¡Vamos, vamos, que el tema de hoy viene calentito! Y como ya sabéis que me gustan mucho las preguntas que os hagan pensar un poquito empezaremos con una muy fácil: ¿Cuánto de autoexigente eres?
Aunque creo que no hay dudas con el concepto de hoy vamos a darle un breve repaso. Cuando una persona es autoexigente tiende a establecerse unos estándares muy altos, ya sea en su vida personal como en su ámbito laboral. Si eres autoexigente, seguro que te sientes identificado con el sentimiento de querer destacar en todo aquello que hagas: querrás ser el mejor amigo, la mejor pareja, el mejor compañero, el mejor líder…y claro, cuando entramos en la espiral de querer ser el mejor esto no acaba nunca.
Obviamente, la persona autoexigente no diferenciará entre ámbitos, por lo que da igual si hablamos de su vida personal como de la laboral que los efectos son los mismos. Además, en ocasiones, tienen una doble presión: la suya propia por destacar y las expectativas que cree que los demás han depositado en ellos. Sin embargo, también es cien por cien real que, en ocasiones, su entorno, se aprovecha de manera inconsciente, e incluso a veces un poco consciente, de su autoexigencia.
Por lo general, las personas autoexigentes buscan un reconocimiento externo en cualquier ámbito que tocan, y por supuesto, para que ese reconocimiento llegue, ¡hay que ser el mejor! Pero ¿qué pasa cuando la situación te puede y no alcanzas esos estándares tan altos que tú mismo te has puesto? Pues que, ¡toc, toc! Aquí está la frustración llamando a tu puerta.
Venga, ¡vamos a tratar de tirar un poco de autocrítica! Pregunta para todas las personas autoexigentes que hay en la sala: ¿cuánta de esa autoexigencia trasmites a los demás? Cuando una persona tiene tan interiorizado su alto nivel de exigencia, inconscientemente, tratará de exigirles a los demás lo mismo, incluso, llegará a enfadarse porque las personas de su alrededor no den lo mismo que ellos, o no se exijan tanto.
Hemos visto los efectos de trabajar la autoexigencia llevada al extremo y sin filtro, pero no quiero que te quedes con la sensación de que eres el villano de las pelis de Disney, así que vamos a hablar también de la parte buena de ser autoexigente, porque créeme, ser autoexigente también puede ser genial.
Es importante que te quedes con lo siguiente: la autoexigencia se puede trabajar, no importa en qué punto estés ahora, siempre puedes aprender a bajar ese listón tan alto que te has puesto y que vas subiendo cada vez más.
Cuando una persona controla su autoexigencia y sabe cuál es el punto acertado de exigencia que debe añadirle a sus días consigue mejorar en todos los campos de su vida. Aplicar la exigencia desde uno mismo, te hace no conformarte y tratar de mejorar, pero eso sí, sin creer que eres un dios que todo lo puede.
Ahora vamos con la ronda de preguntas para todos aquellos autoexigentes que limitan sus dosis de autoexigencia… ¿qué tal llevasteis lo de bajar el listón? ¿Liberador? ¿me equivoco si afirmo que, seguro que la mejor parte en todo esto fue decirle bye, bye a la frustración que tenías alojada en casa con pensión completa?
Ser el dueño de tu autoexigencia te ayuda a establecer límites contigo mismo y con los demás, además de a ser super consciente de hasta dónde puedes llegar realmente. Te respetarás por encima de todo y no buscarás llevarte al límite para obtener un reconocimiento que debe venir de ti mismo.
Como todo en esta vida llevado al extremo no es bueno, pero lo más importante es que puedes trabajarla y moldearla para que esa exigencia que marca tus días sea un aliado y te permita crecer interiormente.
Así que, trata de hacer las paces contigo mismo y dale una vuelta a lo de ser más compasivo, recuerda que en esta vida trabajamos en equipo…o, ¿quizá ya no tanto? No te preocupes, que en el siguiente texto hablaremos de la individualidad en la pirámide social y de si prevalece la persona o el equipo… ¿tú qué dices?