¿Os suena la pregunta que da título a este nuevo post? Y dicho esto, ¿de qué bando sois vosotros? ¿Podéis o no vivir sin vuestro móvil?
Cada vez es más común ir a comer o cenar a un restaurante y ver que las personas están más pendientes de una notificación que de la conversación con sus interlocutores… ¿nos está distanciando la tecnología?
Hace unos años leí un poema de Patricia Benito en el que dice verdades como templos, o al menos yo lo siento así. No sé si habéis llegado a leerlo, pero si me gustaría dejároslo aquí como reflexión, porque os aseguro que da mucho que pensar.
Ya ni cerramos los ojos (Patricia Benito)
Vivimos muy rápido.
Ya no respiramos lento,
ya no nos sentamos frente al mar
sin esta necesidad de decírselo a alguien.
Lo queremos todo ya y aquí,
aunque «Ya y aquí» quiera decir
mal y de perfil.
Nos contamos cosas
a través de pantallas heladas
y temblamos más con una batería baja
que con un susurro en la nuca.
Si nos tropezamos,
agarramos más fuerte el móvil
que la mano del de al lado.
Nos hacemos fotos sin pensar
que el corazón más importante
es el que está tras las pestañas
y no los ojos que hay debajo.
Preferimos mil «Me gusta» en la nube
que un «me gustas» en el ombligo.
Valoramos a la gente
por el ejército que tiene detrás
sin preocuparnos ni un segundo
de los principios de su capitán.
Nos repetimos que dormir solos
no está tan mal,
convencidos, de que las defensas se bajan
mientras lo hacemos.
Como si dejar que alguien entre
no sea lo mejor
que les puede pasar a tus piernas.
Nos traen el desayuno a la cama
y corremos a inmortalizar el momento
en vez de tirarlo todo por los aires
y engancharnos como koalas
al portador.
Tiramos el amor a estornudos, como si
siempre fuese a haber más en la reserva.
Le ponemos barreras tan altas porque de
pequeños nos dijeron que podía con todo.
Y a lo peor pueda saltarlas, pero ¿cómo
quedará lo que consiga pasar?
No nos dejamos tiempo
para echarnos de menos,
y en los abrazos
ya ni cerramos los ojos.
Nos queremos mal.
Y rápido.
Y mal.
Nos conformamos.
Y no, así no.
Yo no.
Ya no.
No sé si tras su lectura estaréis o no de acuerdo o si quizá os veis reflejados en algunas de las cosas que dice. Como siempre os digo no pasa nada si quizá hasta ahora hemos tomado alguna decisión equivocada, lo importante es reflexionar, tomar acción y empezar el cambio.
Vivimos una era en la que tenemos todo o casi todo al alcance de un clic en nuestra mano, el móvil se ha convertido en una extensión más de nuestro cuerpo, pero… ¿esto nos ha hecho más felices?
¿Recordáis cuando no podíamos hacer todas las fotos que quisiéramos porque dependíamos de la capacidad que había en nuestro carrete? Y todo ello sin nuestros queridos filtros, y fijaos los recuerdos que teníamos, seguramente mucho más originales que los que tenemos hoy.
Por supuesto que no quiero que os quedéis con que la tecnología es mala, porque como todo, dependerá del uso que le demos. Lo que si debemos es darle el lugar que realmente tiene, y supongo que, si estamos cenando con esa persona que nos importa, el móvil debiera tener un segundo plano porque nunca debiera estar por encima de ese contacto humano que al final tanto nos gusta.
Hablando mal y pronto el móvil acaba siendo una droga que nos reclama cada vez más, las aplicaciones están diseñadas con un algoritmo que trata de tenernos siempre conectados ofreciéndonos aquello que queremos ver, porque cuanto más ves menos tiempo interactúas con los demás.
¿No os ha pasado que habéis recibido un WhatsApp, el cual no habéis podido o querido contestar y a las 2 horas, a lo sumo, ya os están reclamando que por qué no habéis contestado? ¿De verdad en esto consiste la felicidad?
Como recomendaciones para tratar de limitar esa dependencia del móvil que tenemos os dejo algunos consejos, y como siempre recoged aquellos que consideréis que os pueden servir de ayuda:
- Limita su tiempo de uso, puedes hacerlo desde el dispositivo.
- Elimina las notificaciones, porque inconscientemente, siempre que te llegue una maravillosa notificación, querrás leerla estés donde estés e independientemente de con quien estés.
- Limita el uso de apps, puedes establecer qué tiempo de tu día le das a cada actividad, así podrás dedicar parte de ese tiempo muerto que empleabas entre apps al resto de tu vida.
- Limita el tiempo de trabajo, el móvil nos permite estar conectados en cualquier lugar y ello hace que puedas estar en una cena con amigos y al mismo tiempo leer la respuesta a mails de trabajo, pero yo te pregunto… ¿es tan importante que no puedas hacerlo en tu siguiente jornada laboral?
De verdad quedaos con lo bueno que os da vuestro móvil, que, seguro que es mucho, pero que ello no os aleje de vosotros mismos ni de vuestro entorno.
Para acabar te dejo un último ejercicio, piensa en esa persona con la que quizá hace tiempo que no hablas, o aquella de la que te acordaste ayer por cualquier motivo… ¿ya lo tienes? Pues bien, coge tu móvil, abre la agenda y pulsa en llamar, conectarás mil veces más que a través de una conversación de WhatsApp.